La moda de la Selva Negra

3.12.11


Jon

Su abuelo se enternecía al verle intentar alcanzar los pájaros. Al principio le quiso explicar que eran muy rápidos y que no podría cogerlos, pero al final él mismo se animaba a perseguirles.
Vivían sólos en un caserón, rodeados de campo, sin vecinos.
Por las tardes, después de la siesta, Jon se ponía las botas de agua, también en verano, y le tiraba de la chaqueta apresurándole para salir. Había que ir, como cada día, a la charca de los mimbreros. El sonido penetrante de las ranas le hipnotizaba. Después buscaba huevos de perdiz, guijarros en el arroyo y se dejaba fascinar por el aleteo de las mariposas.
Había dejado de ir a la escuela. Jon aprendía las letras, los colores, las cifras, con el abuelo. La maestra, casi con lágrimas en los ojos le había dicho que no sabía que hacer con él.
Un día el abuelo no se levantó a la hora de siempre. Jon fue a la cocina y preparó las tazas para el desayuno. Quiso cortar pan, con el cuchillo afilado que no le estaba permitido coger. Y se cortó. Iba chupando la sangre, que salía sin pausa, en busca del abuelo.
Al llegar a la cama, se puso al lado del cabezal. Le miró esperando que le sonriera, como hacía siempre, que le alborotase el pelo y le dijera «que grande te has hecho», que se levantase y arreglara la casa e hiciese la comida. Pero el hombre no se movió.
Le agarró la mano rugosa, fría, sin vida y la acercó a la propia mejilla, acariciándola sin dejar de repetir: Jon guapo, Jon guapo.

Me encantó participar en el concurso Creciendo Juntos del Ayto. De Piélagos en Cantabria.

2 comentarios:

  1. La historia es muy tierna y triste. La inocencia y el desamparo de la niñez.

    Besos.

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  2. Sobre todo cuando se es "diferente".
    Abrazos

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