La moda de la Selva Negra

11.6.15

Trompe l´oeil


La tormenta les azuza. El fulgor torcido de un relámpago ilumina un edificio vetusto y una esbelta torre que alberga una campana. Aliviados, se apuran a traspasar el umbral del santuario. Él calma raudo la sed del bebé lloroso con el agua bendita. Ella, exánime, se estira en un banco de madera. La luz es avara, la oscuridad otea tras las columnas. Hay quietud. Solo el aleteo atolondrado de una paloma, que ha anidado en la recóndita bóveda de la basílica, rompe la paz del templo. Sin embargo, rayos y centellas preceden al estruendo y dan a luz en la nave central. La mujer observa los vitrales. Cada fogonazo alumbra un nuevo pasaje: Las imágenes del nacimiento, el regocijo de los pastores. Descubre después el martirio, la cruz con sus clavos, la lanza afilada, la corona de espinas y la esponja empapada en vinagre. Advierte cómo una gota se precipita desde las alturas. Una mezcla de hiel y sangre se posa en su carrillo derecho. Preso del terror, su corazón deja de latir. El marido humilde acata el designio divino, la acaricia y retira afectuoso el excremento de torcaz caído desde lo alto y que, arbitrario en la elección de un destino, ha alcanzado la mejilla de su mujer.






Texto ganador en la convocatoria del mes de Mayo en el concurso de Lamicrobiblioteca. Ni que decir tiene que me llena de placer...

3.6.15

SIMPOSIO ANUAL DE LAS CRIATURAS ÚNICAS

El pabellón añil alberga a los invitados. Decenas de lacayos escrutan ademanes y mohines en busca de sus deseos agazapados. Doblegados, sin voluntad propia, colman los caprichos de la exquisita grey. Así, el sirviente del cíclope recolecta sin pausa las lágrimas de cristal que desprende el ojo del gigante. Una ondina humedece a intervalos, con agua salina, las escamas del tritón de dos colas, rescatado de una almadraba en el mar de los Sargazos. El amolador de navajas afila el asta despuntada del último unicornio conocido. Los siervos afanosos detienen por unos momentos su labor de filigranas. Dejan paso a la concertista, que se adentra vestida de nácar en la bóveda de los instrumentos de cuerda. Detrás, sosteniendo la larga cauda del vestido de coral de arrecife, camina una esclava que la escolta hasta la silla ambarina. Una vez sentada, la doncella, con movimientos rápidos pero certeros le hará la manicura, con urgencia, de una uña malograda. La clepsidra indica entonces el instante esperado. La pianista, frente al clavicordio, posará sus palmas hexadáctiles en el teclado y ofrecerá con brillantez prodigiosa, el Concierto malabar para tres manos y un meñique.


Mi propuesta para el concurso de ENTC del mes de junio. El tema es Monstruos.