La moda de la Selva Negra

26.2.13

Actores de andar por casa


Son muchos años de amor por el teatro. El enfermo imaginario: la casa siempre llena de remedios, las quejas por las comidas. Otelo. ¡Qué recuerdos! Le abría los cajones y le olía las ropas al volver de la calle. Y siempre le parecía encontrar algo. Después los castigos. Y la vida con Casanova, y sus mujeres. Hoy le toca a ella, el papel difícil. Pero se ha estado preparando todo el invierno. Deja el delantal en la cocina y se pone el abrigo. Nora no se despide de sus hijos. Sin equipaje, franquea la puerta. Cae el telón. Para siempre.



11.2.13

Madreperla





Era de nácar, con aplicaciones de plata. Para protegerlo de cualquier embate, envolviamos el peine en un pañuelo de seda. Se trataba de los únicos objetos de valor que la bisabuela había traído al volver de Cuba. Lo sacábamos del cajón con respeto y lo liberábamos del suave velo. Así empezaba la ceremonia. Cuando los demás, en las tardes del estío dormían, mi hermana y yo desafiábamos el tornasol peinándonos, por el placer de ver los reflejos dorados, que se detenían en cada mechón. Yo envidiaba la cabellera de Martina. No porque fuera rubia, ni tampoco por su brillo, ni siquiera por la largura. Tenía muy poca traza para peinarse y siempre me pedía que le quitara los enredos. Los ayes del principio eran inevitables y sólo empezaba a regodearse, cuando las púas se adentraban con confianza y sin resistencia en la densa mata. Sentada en la solana, con la elegancia de una princesa de tiempos remotos, se soltaba el moño en el que aprisionaba sus cabellos cada mañana. Como efluvios, se dispersaban por el aire todas las criaturas que encontraban cada día refugio fugaz en la pelambrera. Las abejas, algunas avispas, tres gorriones, los elfos y las hadas. Pero lo más bello eran los miles de mariposas que, atolondradas, salían disparadas en todas las direcciones. Mi hermana, la muy tonta, ni se daba cuenta.


9.2.13



La vuelta al mundo

Iniciaban los periplos con una lectura. Viajaban a los países más recónditos. A todos los confines de la tierra. Perseguían murciélagos en las cuevas, escalaban cordilleras de nieves perpetuas. Lloraban con la magia de los atardeceres. Pisaban las catedrales con el respeto de un creyente. Habían surcado todos los océanos, descendido por gargantas y acantilados peligrosos. A la caída de la tarde de cada día del año, emprendían el trayecto más penoso de la odisea. Él la llevaba en la silla de ruedas, con paciencia, del salón a la habitación. La cogía en brazos y con mucha ternura la metía en la cama.



Este texto surcó ayer las ondas del programa Radio en Colectivo de Radio Mislata. Nicolás Jarque me invitó a participar y compartir la experiencia con otros 24 microrrelatistas conocidos. Todo un honor. Si pincháis en el enlace podéis oír también el resto de textos.

5.2.13

Desayuno


Choque frontal de mis palabras contra la portada del periódico detrás del que te parapetas, con consecuente caída en picado de mi retahíla desesperada sobre el café humeante, para la salvación de este amor moribundo. La tostada se me estrella en el suelo por el lado pringante y se llena de reproches pelusillas, que se incrustan en la mermelada de arándanos. El móvil se menea, dando brinquitos de infidelidad sobre la mesa. Hablas críptico y morse por el aparato, creyendo que me engañas. Me espetas un beso espachurrado en la frente. Volveré tarde, balbuceas. Si es que vuelves, pienso yo.


Texto premiado esta semana en el programa Wonderland en el apartado l´Art d´escriure.