La moda de la Selva Negra

23.6.13

Seis







-Hoy te hablaré de los cinco sentidos: El tacto-. Le agarra las manos, repasando con ellas el vientre, el pelo ensortijado, los labios carnosos. -El oído-. Le regala unas piruetas de Mozart, para que se enrede en los laberintos de la música. - El olfato-. Arranca una mata de hierbabuena y que así, embriagada de fragancias, se pierda en esa felicidad. -El gusto-. El sabor almibarado del albaricoque que le introduce en la boca. -La vista-. Entonces, él siente un escalofrío. Ella lo nota, entorna los ojos yermos y le susurra: -Papá, no te preocupes, yo, veo con el corazón-.

15.6.13

Inevitable





Los participantes se estrujan en el punto de salida. Esperan pacientes o con tembleque, según el talante del deportista, el pistoletazo para la carrera. A una, corren desbocados. Los más atléticos se pavonean convencidos de su éxito, los ancianos sacan fuerzas de flaqueza, seguros de que lo importante es concursar y los adolescentes sueñan con una primera victoria en la vida. El sol les fustiga con azotes de calor. Lipotimias, esguinces, desmayos intencionados, dejan a los primeros fuera de la competición. Los que quedan luchan con denuedo. Se suceden los abandonos. Sensación de fracaso, derrotas y heridas abiertas en el orgullo. En los últimos kilómetros del maratón la tortuga en la pista avanza a marchas forzadas con lentitud. Le sigue unos metros por detrás un hombre jadeante pero de pies ligeros. Los demás corredores o, bien han dejado el maratón o, bien se refugian en la lontananza retrasada de un polvoroso pelotón. Aquiles, con rostro ensombrecido, acusa cansancio. Al fin y al cabo, tiene que aceptar que el quelonio cruzará inexorable la línea de la meta, con ventaja infinitesimal, dejándole en ridículo y, lo que más le duele, tendrá que darle la razón a Zenón, el de Elea.

10.6.13

Mudanza











Entramos en las nubes de un cielo que estaba sucio. Amordazada por una niebla densa, la luz se restregaba ansiosa fuera en las ventanillas, a lengüetazos. Las gotas, de barrigas preñadas, se reventaban kamikazes contra los minúsculos cristales del avión. Para cuando anunciaron las turbulencias yo ya rezaba y, en un momento de sinceridad apocalíptica, te hablé de él. De la miel de vivir lo ajeno y recuerdo que lloré. Me miraste agradecido, por la confianza de contártelo. Amainó y la claridad secuestrada se esparció como un triunfo por la cabina. Al bajar del avión ya no fuimos los mismos.

3.6.13

Inexorable

Va cargada. Son los plumieres, las libretas y las reglas. Que mañana es el primera día de escuela y hay que ponerse las pilas. Va cargada. Son cuatro gintonics, o¿ eran cinco? Anda, que traspiés más tonto, serán los zapatos, que son nuevos y con esos tacones. Va cargada. Y qué caliente está en el bolso. Le quema la cadera y le pesa en el alma. Es la Parabelum. Cuando llega a casa: lo de siempre, los niños: de alboroto, mirando la tele. Y él parece no estar. Tendrá que volver a prorrogarlo. Ya es sólo una cuestión de tiempo.