La moda de la Selva Negra

10.11.11



Molino sin viento

Tenía heridas cortantes en la cabeza y el cuero lleno de magulladuras. Un trozo de muro, caido traicioneramente sobre sus piernas, le mantenía prisionero. Dos ratas le hacían ya macabra compañia.
Un terremoto había devastado, horas antes, la ciudad. Apenas había supervivientes. El silencio desolador daba paso de vez en cuando a una cascada de estrépitos, que sólo podían anunciar nuevas formas del desastre.
De entre los escombros, surge una niña de pelo encrespado que ha conseguido salvar a su muñeca y perdido a su mamá. Se acerca al herido y, al ver el dolor en su expresión, le acaricia la cara. Ve sus labios resecos y le promete traerle agua. Vuelve tras algunos minutos con una botella de plástico con dos dedos de líquido. Le da de beber a sorbos.
Repara en la esvástica en el antebrazo del hombre. Con la inocencia diáfana, espontánea de la infancia, encantada por la complicidad , le dice: -Yo también tengo un molinete, en la baranda del balcón, pero las aspas son de colores-. El trata de imaginárserlo y probablemente ésa es, antes de morir, la última imagen que atraviesa su cerebro.

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