La moda de la Selva Negra

18.6.18


El descuido imperdonable de Noé


Algunas de las bestias erradas son el vivo retrato de sus dispares progenitores y, si no, observen ustedes a la rata topo, al cerdo hormiguero. Otras albergan una fisonomía estrafalaria, que nos sonroja, así el mono narigudo. Pero las más siniestras nos producen extrañamiento, angustia, nos remiten a aquella hecatombe enviada para castigar a los hombres por su soberbia, en la que las aguas de arriba se mezclaron con las de abajo; al arca que acogió a los animales entonces vivientes, por parejas de macho y hembra, para que se multiplicasen en caso de necesidad. No dejemos de considerar cuán aberrantes y promiscuas debieron ser las prácticas de apareamiento durante aquella travesía. Nos interrogamos sobre cuáles fueron las especies que traspasaron los límites y se rebelaron contra las leyes de Dios, y qué animales tras el diluvio, abandonaron la nave con la simiente en sus entrañas de seres monstruosos como el ayeaye, el demonio de Tasmania, el moloch, el topo de nariz estrellada, el tarsero, el mono Uakari o el ajolote rosa que, en el dibujo de su sonrisa congénita, lleva grabado el placer pecaminoso de aquellas horas de obscenidad y de lujuria.



Relato que aparece en una recopilación de cincuenta relatos seleccionados tras la deliberación del VI concurso de microrrelatos organizado por el colectivo Manuel J. Peláez de Zafra (Badajoz). El ganador del certamen ha sido Alberto Rodríguez Guerrero.

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