MONSTRUOS

El muchacho mira debajo de la cama y en el armario, detrás de la ropa. Cierra la ventana, corre la cortina. Deposita el bate de béisbol bajo la almohada. Antes de apagar la luz, revisa los cajones y escruta los enchufes. Se lleva una linterna a la cama y, una vez envuelto hasta la coronilla en la sábana, se siente en seguridad. Entorna los ojos e intenta dormir. El hombre del saco y los ogros no cruzarán el umbral. Sí, uno. Al único que no sabe ahuyentar y que, cuando los demás ya duermen, entra en su cuarto. Su padre.




Uno de los textos finalistas de esta semana en el concurso
l´Art d´escriure del programa de radio 4 Wonderland. La ganadora Rosy Val.

Bajorrelieve

Cuarto de baño impoluto, con taza de wáter equipada para el asesinato masivo de microbios. En las estanterías, decenas de libros, colocados con obsesión alfabética, libres de polvo. Las encimeras de la cocina brillantes, trampolines de destellos en cuanto el sol de la tarde entra descarado por la ventana de cristales diáfanos. Y ella, sentada en el borde de la silla. Contempla la asepsia, las formas apolíneas, la simetría, la perfección de la estancia. Podría estar satisfecha, si no fuera por esa mota gigante, incrustada en el bolsillo interior de su alma, que ni con salfumán ni quitamanchas consigue erradicar.


Uno de los textos finalistas la semana pasada en el concurso
l´Art d´escriure del programa de radio 4 Wonderland. La ganadora fue Lola Sanabria.