Saudade
Nos
reunimos como cada atardecer alrededor del suero vital. Después de
ingerir la dosis diaria nos estiramos en los sofás de olas de gas
para digerir y contemplar el universo. La mayoría se deja ir, sin
oponer la más mínima resistencia, derrotados por la belleza de
Andrómeda, tan cercana. Cuando yacen imperturbables, adormecidos
por los cantos de las estrellas a través de los auriculares, saco el
visor turístico de color verde que encontré entre las pocas
pertenencias terrenales de mi abuelo. A pesar del saqueo sistemático
a sus recuerdos al llegar a este planeta, algunos pudieron esconder
reliquias que se han convertido en objetos deseados y valiosos por
los que estarían dispuestos a cometer crímenes. Al pie de la única
imagen visible en la pequeña
televisión de juguete, hay una inscripción: La ciudad de los
enamorados y de la luz. Observo un montón de hierros tapando un
atardecer en la Tierra. No entiendo el sentido de aquellas palabras y
decido enseñar el chisme a los demás. Niegan conocer el lugar. Sólo
uno de los más ancianos mueve tembloroso las comisuras de los
labios, incapaz de contener unas burbujas de melancolía.Colaboro con este texto este mes en ENTC. El tema es 2084
¡Qué bueno, Mei! Me gusta el enfoque que has buscado para encarar la propuesta, el efecto de condensación e intensidad de la pieza y la cocreación de la historia a la que nos invitas a los lectores.
ResponderEliminarUn abrazo,
Muy bueno, todo él. Tiene un aire que te envuelve desde el inicio, desde que empiezas a hablar. Leemos y nos dejamos llevar por tu universo.
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