Los vítores se le enredarían como boas. Banderolas, confeti, el
ponche dulzón y el beso de su novia. Baja del tren una parada antes
e inicia la marcha hacia el pueblo. Adivina el abrazo varonil de su
padre. La sonrisa bobalicona de su madre, que presumiría de vástago,
frente a las vecinas de hijos cobardes. Y a él se le revuelven las
tripas y solo se acuerda de las caritas implorantes de las criaturas,
del miedo de los viejos, bañados
por la lluvia de misiles, las mujeres ultrajadas. Da entonces una
vuelta sobre los talones, en dirección a ninguna parte.
Texto ganador esta semana en el concurso
l´Art d´escriure del programa de radio 4 Wonderland.
¡Enhorabuena, Mei!
ResponderEliminarUn drama, el de la guerra, que no se alivia ni con su final ni con su victoria. ¡Sensacionalmente escrito!
Besos.
Felicidades. Exactamente un héroe, aunque el no piense lo mismo, ni pueda.
ResponderEliminarEn defensa de los otros, los que esperan, seguro que su intención es buena pero... el dolor... es tan grande...
Es un buen/excelente micro. Y lo sabes.
Felicidades, guapa!!
Enhorabuena, Mei. Un relato que nos empatiza, vemos el recibimiento como el soldado lo ve y nos hace sentir lo que de verdad es la guerra. Y lo dicho, sigue publicando los relatos para que no se pierdan.
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