La moda de la Selva Negra

8.11.12


Herencia
Sí que hablaba. Con el personal, con los médicos y los otros residentes. Pero en cuanto ella venía, se empecinaba en un mutismo terco. Bajaba la cabeza y así hacía transcurrir el tiempo. Sumida en un letargo premeditado, dejaba que su hija se desesperara, interrumpiera la visita y se fuera llorando. La anciana se dirigía después al salón de juegos y abandonaba su silencio para cantar bingo y disfrutar. La hija estaba convencida de que su madre, hundida en aquella tristeza, moriría pronto y ella se quedaría con todo. Pero la mujer ya hacía tiempo que había cambiado el testamento.

5 comentarios:

  1. Mei, me gustan estas historias en el que se cambia el orden de lo establecido, que la apariencia engaña. Y es que la hija no debe ser digna del dinero de esa madre.

    Un abrazo.

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  2. No se qué le habrá hecho la hija, pero la madre también tiene su genio. Tal parece que todos los problemas son: de tal palo tal astilla,........... pero vete a saber.
    En cualquier caso me gusta que la anciana se lo pase bien y tenga criterio, esté equivocada o no.

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  3. Pues si la anciana cambió el testamento y le gusta jugar al bingo ¡óle y requeteole!. Ya basta de acciones interesadas de familiares que dicen "hacer el bien".

    Me quedo con la anciana ¡que me gusta más!.

    Buen micro para reflexionar un poquito.
    Besos desde mis palabras Mei.

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  4. Siempre defiendo que -incluso muy tarde- siempre es vueno descubrir quiénes son, de verdad, aquellos que nos rodean.

    Buen tratamiento de la venganza y la justicia, Mei, muy bueno.

    Abrazos.

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  5. Uff, triste venganza. Al aclarar el pensamiento de la hija nos ponemos de parte de la madre.

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Seguramente hay oro en tus palabras