Desde
lo alto el sol valiente había disipado todas las sombras, por las
laderas resbalaba el verde y en las aguas del río los salmones daban
saltos de fertilidad. Una montaña
arbolada atravesaba el paisaje que quedaba rematado por un valle
lejano, cerrado, sin salida. Algunas vacas pacían en unos prados
protegidas por unas vallas de madera. Nada ni nadie hubiera podido
romper aquella imagen preñada de un tal equilibrio.
Sin
embargo, de una manera insultante, inopinada, el cadáver yacía
encima de la alfombra con los ojos abiertos, desangrándose por el
orificio de la sien, justo debajo de la pintura.
Mei, estaba leyendo tu microrrelato con un halo de Hemingway que impregnaba ese paisaje montañero, cuando al final, ¡Zas! Un golpe duro al mentón, con ese cadáver al más puro estilo de la novela negra.
ResponderEliminarMe gustó ese contraste.
Bessets.
Tan dulce y pastoril transcurría y ¡plas!: toma cadáver. ¡Menudo giro!
ResponderEliminarComo a Nicolás, me sedujo el contraste.
Un beso.
Sigue siendo una obscenidad ese cadáver aunque la escena no sea real sino pintada.
ResponderEliminarGran micro.
Un abrazo.
Desde luego es una discrepancia con todas las letras. Todavía estoy palpitando de horror, tras caer en la "trampa" bucólico-campestre...un claroscuro muy Remeiano.
ResponderEliminarPetonets,
Qué choque de imágenes, Mei, me impactó.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
HD
Ay que horror.Me gusta :)
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