La moda de la Selva Negra

23.2.12


En Sagarmatha

Se echó la noche encima, Edmund Hillary no podía dar ni un paso más. Norgay, diligente, montó la tienda para poder dormir. En mitad del sueño oyeron un ruido. Acostumbrados al zumbido del viento, a las esquilas de los yaks, aquello les pareció diferente.
De las nieves perpetuas surgió una figura de altura mayúscula. Un hombre peludo, desvalido se acercó a ellos. Rompió a llorar. -Mi mujer me ha abandonado. Somos los últimos de nuestra especie.
Le alimentaron y le dejaron calentarse. No supieron consolarle, pero para evitar males mayores, no mencionaron nunca a nadie el encuentro con el yeti.

6 comentarios:

  1. Pobre yeti. Así que era eso.

    Gran generosidad y sensibilidad por parte de los expedicionarios, eso también.
    Me gustó y me pareció sugerente.

    Abrazos

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  2. Lo de la generosidad casi impensable verdad?
    Saludos en deshielo

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  3. Qué dulce y tierna esta historia. Pienso también en los pobres hombres y cómo pensaban en consolar al Yeti. Dos palabras: ME-ENCANTÓ. Saludos!

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  4. Hola Melvin
    Muchas gracias por tu capacidad de emocionarte
    Saludos cálidos

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  5. Enternecedor ese Yeti llorando porque su mujer le ha abandonado, Mei.

    Abrazos.

    PD. No sé por qué en mi enlace dice que tu última entrada fue hace tres meses...

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    Respuestas
    1. Miguel Angel, gracias por tu comentario.
      En cuanto al enlace, no sé muy bien qué decirte. El mundo virtual es muy resbaladizo. Espero que eso no te impida de vez en cuando de pasarte por aquí.
      Muchos saludos.

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Seguramente hay oro en tus palabras