La moda de la Selva Negra

27.2.12


Transformación

Se levantó pensando en Kafka, en la envidiable relevancia de la metamorfosis. Había leído al escritor checo en su época de estudiante. Anhelaba abrir los ojos una mañana y convertirse en un animalillo o coleóptero con trascendencia. Miró al suelo y vio corretear sin ganas, asqueada de aquella pocilga, que él llamaba habitación, a una cucaracha. Pero, sin lavarse y con deudas impagables, él siguió siendo el mismo ser anodino de todos los días.

26.2.12


Buscándome

Por matar el tiempo, me llamé por teléfono. Me contestó una voz apagada, deprimente. Le colgué. Me supo mal. Volví a marcar mi número. Pero al sonar colgué de nuevo. Cuando vi el número en la pantallita, corroída por la curiosidad, quise saber quién era. Comunicaba. Probé con el móvil. La voz era la misma, aunque parecía haber mejorado de ánimo. Pregunté que porque me había llamado. Sentí su extrañeza al oír mi pregunta. 
-A ver, creo que confunde las cosas, fue Ud. la que quería algo de mí-.
-Pero, yo sólo hice que devolverle la llamada- repliqué, tropezando en las palabras.
-Sepa Usted que con el más allá no se juega, me espetó.

23.2.12


En Sagarmatha

Se echó la noche encima, Edmund Hillary no podía dar ni un paso más. Norgay, diligente, montó la tienda para poder dormir. En mitad del sueño oyeron un ruido. Acostumbrados al zumbido del viento, a las esquilas de los yaks, aquello les pareció diferente.
De las nieves perpetuas surgió una figura de altura mayúscula. Un hombre peludo, desvalido se acercó a ellos. Rompió a llorar. -Mi mujer me ha abandonado. Somos los últimos de nuestra especie.
Le alimentaron y le dejaron calentarse. No supieron consolarle, pero para evitar males mayores, no mencionaron nunca a nadie el encuentro con el yeti.

21.2.12

Desubicado

Un anciano un tanto desorientado entra en un café. Seguidamente le caen encima los azucarillos. La cucharilla le zarandea hasta que cae, provocando un maremoto en la taza.
La marea salpica el mantel de encaje y mancha la falda tableada de la clienta. El camarero se apresura, bayeta en mano, para lo que haga falta. La dama le recrimina que el trapo está sucio. En la trifulca, el camarero vuelca la taza. Y le deja la falda hecha un cromo. El anciano, empapado en cafeína, reconoce el error. Porque lo que a él de verdad le gusta, es el vino.


20.2.12


El pensador

El pensador decidió abandonar su postura cogitativa, pues el paso a la acción le resultaba ya ineludible. Bajó del pedestal desorientado, algo timorato. Vio a su alrededor numerosos individuos aferrados a móviles, portátiles: subidos a coches, programando navegadores, resolviendo cualquier quehacer anodino con un mando a distancia. Entendió que había dejado pasar demasiado tiempo, a la deriva de sus cavilaciones. Los complejos pensamientos que había esbozado durante los últimos años le parecieron, entonces, obsoletos, sin la menor aplicación.
En un arrebato de honradez intelectual, se acercó a una ventana y, haciendo uso del derecho a la deserción, saltó al vacío.

13.2.12


El misterio de la isla de Pascua

El barco que llevó a los pasajeros a la isla, desapareció veloz por un punto de fuga.
El grupo de turistas se topó enseguida con las caras trapezoidales de los moáis. Sorprendidos por una tormenta y poco preparados para las inclemencias, se cobijaron bajo las cejas prominentes de la estatuas, para que les guarecieran. Nada de ello ocurrió, más bien una tragedia. Los hombres pájaro, acosados por los visitantes, emprendieron el vuelo, desprendiéndose de sus lastres de basalto, que caían como meteoritos y lapidaban a los pobres incautos.