La moda de la Selva Negra

27.9.11

La intrusa



A las nueve menos cuarto la soledad entró en mi casa. Subió sigilosa por la escalera del jardín. El fuego de la chimenea chisporreteaba temeroso de la intrusa. Se instaló desenvuelta, sin complejos, como acostumbrada a estos sillones raídos, a mis discos de jazz. Le hablé decidida, firme en mi resolución de estar sola. Pero insistió en quedarse. Me pidió sábanas limpias y una cena rápida, nada complicado.
A eso de las once se ,e entumecieron los pies y quise echarla de casa, pero no me atreví. Inquisidora y arrogante, ocupó mi cama. Compartí la noche con ella. Su presencia me desveló y con las primeras luces los ojos se me llenaron de neblina. La habitación pesaba toneladas de angustia.
A la mañana siguiente pensé que se habría ido porque la casa gritaba de sol. Allí estaba, al lado de la cortina, se giró lentamente y me hirió la garganta. Le anuncié que nada más había sitio para una de las dos. Se alargó tocándome con sus bordes y comprendí que me quería ahogar con sus brazos viscosos. Retrocedí unos pasos, abatida y petrificada por la desazón, me traduje en un rictus de impotencia, de dejar que me saqueara.
Aferrándome a las esquinas de los objetos me acerqué al sofá. Me estiré, el brazo y la pierna izquierda colgaban como los miembros de una marioneta. Supe que ella aprovecharía mi postura para despojarme de lo que yo era. Se encaramó en mis pies, y subía y subía, sin tregua hasta invadirme toda. Los somníferos uno a uno y sin agua recorrían mi garganta hasta ganar el abismo. Me quedé quieta a esperar la muerte. Ella había ganado la batalla.

Publicado en Nubes de Papel, libro recopilatorio del I Certamen Nacional de relatos ultra cortos. Edición Ex Libris.

26.9.11

Quizá interesa a alguien de vosotros o vosotras esta convocatoria. IV Premio. Memoria de la emigración castellana y leonesa. Relatos no novelados sobre experiencias de la emigración.
www.emigracioncastellanayleonesa.es

23.9.11

Oporto

El centro de Oporto no huele a vino. Para eso está Vila Nova de Gaia, con sus calles llenas de bodegas. Oporto huele a moho. Los edificios vetustos, que hablan de mejores tiempos, están vacíos. Sus propietarios no pueden pagar los arreglos que serían necesarios para desterrar tanta humedad, que se empecina en ocupar las paredes de los pisos. Y, sin embargo, es una de las ciudades más bellas que conozco. Sin la arrogancia de París, ni la modernidad de Londres. Con el empecinamiento de las villas íbericas en permanecer, desafiando la ley de la gravedad.

5.9.11

Pues sí, vacaciones

Al pasar con la bicicleta por los sitios de siempre un castañazo, (de las que no se comen) en la cabeza me ha recordado que el otoño está a las puertas. Me ha entrado frio y unas ganas terribles de estar al sol. Dejo el blog en reposo. Vuelvo pronto.